La mañana de esta Navidad amaneció algo fría, el cielo se tornó gris y, ya hacia el medio día, la lluvia se hizo presente; algo atípico durante la fecha en la que el mundo recuerda la tradición de la iglesia cristiana del nacimiento de Jesús, un niño palestino, el salvador, el redentor.

 

Con la presencia de la lluvia, que no fue copiosa, más si pertinaz, alguien se aventuró a decir: “Está lloviendo porque el NiÑo Jesús está triste”. Esto, en clara referencia al conflicto armado que se suscita hoy en la Franja de Gaza.

 

La tradición narra que el nacimiento de Jesús ocurrió hace más de 2 mil años. Ahora, en un ejercicio de imaginación, nace la sensación del peligro que resultaría para María y José, los padres de Jesús, si tal episodio estuviese ocurriendo en pleno año 2023; y, peor aún, seguramente la suerte del neo nato sería la misma que los más de 4 mil niñas y niños que han sido asesinados, producto de los incesantes bombardeos del ejército israelí contra la población civil de esa región.

 

Si la primera Navidad ocurriese hoy, probablemente ya el destino del recién nacido estuviese decidido por el ejército genocida y hubiese sido ejecutado, como ha ocurrido con el 40 por ciento de las víctimas mortales de este conflicto, que son niñas y niños.

 

La lluvia caída en la Navidad del 2023, quizá sea un llamado a la reflexión para alzar la voz ante la tragedia de la que es víctima el pueblo palestino y, al mismo tiempo, un despertar de la conciencia para que el mundo entero logre reconocerse en medio de un pueblo sufriente y oprimido.

 

Lo que ocurre en Palestina no es una guerra, es un genocidio perpetrado por un Estado ocupante y criminal.

 

¿Y si fuese verdad que el Niño Jesús está triste ante la barbarie en el Medio Oriente? ¿Y si esta Navidad no hubiera nada que celebrar?

 

Bendito sea Dios.

T/ J.L.G./RNV WEB