Por: Alexander Torres Iriarte

La historia no es mero relato del pasado, es conciencia de los pueblos, es compromiso con un presente más vivible y un mañana más promisorio.  De aquí que del 27 febrero de 1989 existe cierto horror a lo contemporáneo, especie de silencio convenido, evasión justificada por culpables sin juicios.  En todo caso nos encontramos con una temática compleja, que incita a diversas lecturas, todo un ejercicio interdisciplinario.  El clasismo historiográfico liberal-burgués se ha dado a la tarea de calificar de vulgar “borrachera” a un fenómeno de gran contenido social ocurrido hace 32 años. Es bueno recordar a algunos oscuros personajes de la intelectualidad venezolana que llegaron a calibrarlo de “vergüenza”, de “signo de la barbarie” de los marginales de siempre.

Desde el punto de vista histórico, el “Caracazo” no cuadra con antecedentes de las conductas colectivas venezolanas. Piénsese por ejemplo en el 23 de enero de 1958, que fue sobretodo las cosas una agitación organizada; mientras que en el “sacudón” se presenta una gran heterogeneidad de la movilización social: lumpes, pobres, clases medias, etc. que tomaron entusiastamente las calles de nuestras principales ciudades. Como bien sostiene Luís Britto García con el 27 de febrero de 1989 se derribaron varios mitos: la “pasividad” del venezolano, la “vitrina de la bonanza” y de la cooperación de clase. Además del espejismo de la derechización de las masas populares.

Para escudriñar acerca de los antecedentes y factores originarios del 27 de febrero de 1989 debemos mencionar nuestro estructural Estado capitalista dependiente y su corolario, la democracia formal cimentada en el Pacto de Puntofijo de 1958. Agotado el paternalismo estatal-represivo de los 60y el populismo pernicioso de los 70comenzaba a mediados de los 80 la arremetida neoliberal: ascenso de le segundo gobierno de Pérez; alta abstención (más de 20%); oferta del regreso de la Gran Venezuela; empobrecimiento; asesoría del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Todo esto bajo la exigencia de “altos sacrificios” mientras que en la fastuosa toma de mando se denotaba la putrefacción en aumento.

 La Venezuela de 1989 era todo un caldo de cultivo para la explosión social: expectativas sociales frustradas, riqueza fácil, surgimiento de nueva burguesía, ausencia de una industria nacional fuerte, endeble desarrollo del agro, pocas obras de interés social, desmovilización popular. El panorama era un país de pobreza crítica de más de 30% con una marginalidad 50% acompañado de ingresos menores de toda la familia de 9.000 Bs.

 A todo esto hay habría que sumar el aumento de la gasolina, tarifas de servicios públicos exorbitantes, eliminación del dólar preferencial, etc. Para ese lunes 27 de febrero 1989 el venezolano de a pie se encontró con un incremento del pasaje de transporte 100%, con la eliminación del medio pasaje estudiantil, con una subida general de artículos de primera necesidad y una violencia generalizada. Ejemplo de esto fue la tentativa de tomar las instalaciones de Fedecámaras.

La rebelión de las masas arrancó a mediados de la 6 a.m. en Guarenas y Guatire, luego en el Municipio Libertador, fundamentalmente el centro de la ciudad, y de allí pasó a las parroquias foráneas. La respuesta del gobierno de turno no se hizo esperar: represión, ejército a la calle, suspensión de garantías, toque de queda. Carlos Andrés Pérez hablaría después de 36 horas. Los paliativos: aumento a 2.000 Bs. el salario mínimo. La realidad: más de 3.000 muertos reportados -pese al veto oficial- por los corresponsales extranjeros.

A partir del 28 de febrero se profundizó la represión al pueblo. La democracia formal se volvió más autoritaria trayendo como consecuencia un nefasto cambio cultural: miedo, desconfianza, despolitización, discriminación del venezolano. Taras que todavía nos persiguen.

De los hechos quedan muchas interrogantes: ¿Fue realmente espontáneo? ¿Por qué Guarenas y no Maracaibo o Mérida? ¿Resentimiento social? Lo más trágico es que no hubo cambio de actitud en la élite gobernante.

Pese el tiempo transcurridos sigue el símbolo de la “Peste”, como mácula de una seudodemocracia asesina que nos quiere borrar la memoria. Desde el 2007 cada 27 de febrero tenemos el Día Nacional de los Derechos Humanos. ¿Qué pasó con la indemnización “simbólica” de los familiares de las víctimas?¿Pudo la Defensoría del Pueblo enjuiciar al alto mando militar del “Caracazo” por implementar el Plan Ávila?

A más de tres décadas es desacertado y tendencioso cualquier análisis que quiera comparar la situación actual con el momento previo al mal llamado “saqueo”. Con humildad lo decimos, sin descuidar que debemos de aprender de nuestro pretérito. ¡Ymírese que los laboratorios de la derecha golpista e imperial nos han empujado al borde del abismo! Sin negar errores en la conducción de Revolución Bolivariana, existe un elemento de fondo: con sus críticas la gente de a pie -que resiste estoicamente las secuelas del bloqueo criminal- percibe que no es política de Estado de los gobiernos chavistas la de silenciar lasprotestas de los humildes. La gente sabe que este es un gobierno popular, insistimos, con sus reveses y desatinos. En el puntofijimo no sólo Rómulo Betancourt procedía bajo la máxima de “disparen primero y averigüen después”, era todo un proceder que desde arriba operaba para acallar las demandas de las mayorías. No es lo mismo una política de Estado represiva como el puntofijismo, que el abuso de algúnturbio funcionario en época de la Quinta República. ¡Tal vez allí radique, en parte, porqué no se redita otro 27 de febrero en Venezuela! Reiteramos: no justificamos, sino referimos que son cosas distintas, y cómo cáncer que erosiona la Revolución Bolivariana la corrupción como el abuso de poder deben ser erradicados. Pero no hay parangón entre ese ayer oprobioso y el modelo bolivariano.

El 27 de febrero es una fecha para rememorar el primer movimiento antineoliberal del continente que dejó sentado el carácter rebelde del pueblo venezolano.

¡Somos la herencia de todos aquellos y aquellas que hace ahora dos siglos apostaron su sangre por tener Patria Independiente y soberana en el glorioso campo de Carabobo!¡Somos los del 27 de febrero, somos los de Carabobo!