¿Sabías? El Palacio de las Academias fue la primera sede de la Biblioteca Nacional

palacioEn 1911, cien años después de que surgieran las primeras ideas de crear una biblioteca pública para Caracas, y durante los primeros años de la férrea dictadura militar del general Juan Vicente Gómez, es cuando se construye una sede propia para la Biblioteca Nacional, la cual ostentó un lugar privilegiado en el edificio que en la actualidad conocemos como el Palacio de las Academias, frente al Palacio Federal Legislativo.
Una edificación colonial con una larga historia que data de 1577, con la llegada de los monjes franciscanos, a la cual se le había destinado una de las 24 manzanas del trazado original de la ciudad de Caracas y que a lo largo de la historia sufrió diversas remodelaciones, ampliaciones y reconstrucciones, hasta adoptar la fachada de estilo neogótico que conocemos actualmente, con la torre del reloj en su fachada norte, dispuesta en la avenida Universidad, entre las esquinas de San Francisco y La Bolsa.
Concebido en sus inicios para ser el Convento de la Inmaculada Concepción, perteneciente a la orden Franciscana, con el pasar de los años este edificio albergó diversas instituciones oficiales; y entre finales del siglo XIX y mediados del siglo XX, funcionó la Universidad Central de Venezuela, al lado de ella se instaló la primera biblioteca pública de Caracas, antes de convertirse en la sede de las principales academias del país.
Si bien su interior, diseñado por el arquitecto Alejandro Chataing, fue concebido al estilo de las bibliotecas de Europa, con buena iluminación y techos elevados, donde predominaba una gran sala de lectura central, rodeada de dos niveles de galerías con estanterías de libros, que no poseían una catalogación u ordenamiento adecuado, ya que la mayoría de ellos eran fruto de donaciones de carácter universal, sin mayores criterios, y muy distante de lo que hoy podemos entender como el desarrollo y la conformación de colecciones.
Sin embargo, y pese a la dictadura gomecista, este fue un recinto muy popular en el que se daban cita los intelectuales de la época, realizando verdaderas tertulias literarias, y que en días festivos funcionaba como sala de conciertos. También se inició el préstamo circulante de libros, tamaña proeza en una sociedad donde prevalecía el analfabetismo.
Nos ubicamos en unas épocas donde la inversión en educación y en libros era casi inexistente. La lectura y la escritura no eran consideradas como una prioridad, cuando paralelamente había que desarrollar la infraestructura del país; sin embargo, nunca faltaron los intelectuales o diplomáticos, personalidades que habían tenido oportunidades de viajar y conocer otros mundos, para quienes el tema de los libros y las bibliotecas eran un asunto importante, y así se lo hacían saber al gobernante de turno, a objeto de que se invirtiera en ampliar los servicios de información, archivos y bibliotecas del país.
Con el pasar de los años y la llegada de la democracia, las funciones de la Biblioteca comenzaron a ampliarse y se avistó la necesidad de una nueva sede, ante el deterioro del viejo edificio en el que una de las colecciones más importantes, como era la prensa del siglo XIX, entre otras, corría peligro debido a unas deplorables condiciones de preservación.
Fue a partir de 1974, cuando el Estado venezolano comienza a tomar conciencia de la necesidad de generar políticas en favor del libro y la preservación de la memoria documental del país. En 1977 se promulga la Ley del Instituto Autónomo Biblioteca Nacional y de Servicios de Bibliotecas, se ordena la construcción de una nueva sede y se crea la Red Nacional de Bibliotecas Públicas, empezando por una red para Caracas.
Es así como la vieja sede de San Francisco pasa a ser la Biblioteca Pública Central de Caracas o Biblioteca Metropolitana Simón Rodríguez, que en la actualidad funciona en la esquina El Conde, en el casco central de Caracas.
 
 
T/Especial Biblioteca Nacional