Al cumplirse un mes de las protestas pacíficas y huelgas de hambre iniciadas por más de 20 mil presos en Estados Unidos, las autoridades colocaron bajo aislamiento a los activistas para evitar que declaren a los medios, que tampoco han podido ingresar a los penales.
El sitio notas.org, uno de los medios alternativos que cubre estas incidencias, explicó que los reclusos exigen terminar con el “trabajo esclavista”, que consiste en trabajar por poca o ninguna remuneración para beneficiar a las empresas privadas encargadas de administrar las cárceles y también a particulares. “Los prisioneros rechazan el trabajo obligatorio, sin ningún tipo de cobertura legal e infrapagado”, afirma.
Trabajar gratis es obligatorio
Notas.org destacó que en Estados Unidos hay más de dos millones de detenidos, de los cuales más de 70% son afroamericanos o latinos, siendo esta última población la que más ha crecido en los últimos años a causa de la inmigración ilegal. De esta población, 900 mil están obligados a trabajar en las prisiones federales, a menos que no puedan por razones de salud clínicamente diagnosticadas. La negativa es castigada con confinamiento solitario, cancelación de visitas y otras penalidades.
La mayoría de los trabajos son internos (tareas de lavandería, cocina, etc.) pero también hay unos 80 mil presos que realizan tareas fuera de las prisiones, en algunos casos para el Estado y en otros directamente para diversas compañías privadas tales como Walmart o Victoria’s Secrets.
Según el portal, estas labores no están protegidas por ningún tipo de regulación laboral y la remuneración se encuentra muy por debajo del salario mínimo. En las prisiones estatales la remuneración va de 12 a 40 centavos de dólar por hora, mientras que en algunos estados, como es el caso de Texas, los internos directamente no reciben paga alguna.
El manifiesto del Comité Organizador de los Trabajadores Encarcelados (Incarcerated Workers Organizing Committee, IWOC) también ratificó el “llamado a poner fin a la esclavitud en América.
Para todos los presos en todas las instituciones estatales y federales del país, hacemos un llamado a que dejen de ser esclavos”.
IWOC denuncio que “en los penales donde la actividad de huelga está siendo significativa, se han cortado los teléfonos y correos electrónicos. La mayoría de los presos no pueden ponerse en contacto con nosotros para hacernos saber lo que está sucediendo”.
Cárceles privadas: El gran negocio
En Estados Unidos los presos también tienen prohibido cualquier tipo de organización sindical. Los administradores de las prisiones argumentan que pagar el salario mínimo las llevaría a la quiebra.
Aproximadamente 10% de las instituciones carcelarias en Estados Unidos son privadas (el negocio comenzó en los años 80 pero tuvo su mayor crecimiento en épocas de Bush y de lucha contra el terrorismo). A pesar de ser un porcentaje pequeño, es el sector carcelario que más ha crecido en población, entre 1999 y 2010 la población carcelaria total creció 18% pero los presos en instituciones privadas aumentaron 80%.
Las cárceles privadas son grandes negocios y en algunos casos existen cláusulas que obligan al Estado a garantizarles un cupo mínimo de presos, independientemente de que la tasa de delito baje.
20.000 reclusos
Ante la incomunicación impuesta por los funcionarios y administradores carcelarios, IWOC difundió un “primer balance” destinado a las redes sociales, según el cual “los Estados involucrados en la huelga son hasta ahora Alabama, California, Florida, Indiana, Louisiana, Michigan, Nueva York, Ohio, Carolina del Sur y Washington. Entre todos suman unos 20 mil reclusos, todos en demanda de sus derechos, entre ellos su seguridad dentro de las instalaciones”. El movimiento Alabama Libre, una de varias organizaciones que lideran la protesta, reclamó que pese a que la huelga es pacífica, están siendo reprimidos por la guardia carcelaria.
Juramento: “No más trabajo esclavo”
“La esclavitud está vivita y coleando en el sistema de prisiones, pero para fines de este año (2015) ya no lo estará”, pronostica un manifiesto elaborado en las cárceles y respaldado por movimientos como The Ordinary People Society (La Sociedad de la Gente Común), Free Alabama Movement (Movimiento de Alabama Gratuito FAM), Free Virginia Movement (Libre circulación de Virginia), Free Ohio Movement (Libre circulación de Ohio), Free Mississippi Movement (Libre circulación de Mississippi), New Underground Railroad Movement CA (Movimiento de ferrocarril de Nuevo Metro), Formerly Incarcerated, Convicted People, and Families Movement (Movimiento de exreclusos condenados, Personas y Familias), Comité para la Organización de los Trabajadores Encarcelados y Comité Organizador de Trabajadores Incarcerated.
El documento recuerda que al imponer trabajo forzado a todos los presos se viola la decimotercera enmienda de la Constitución: “Ni en Estados Unidos ni en ningún lugar sujeto a su jurisdicción habrá esclavitud ni servidumbre involuntaria, excepto como castigo de un delito del que el responsable haya quedado debidamente convicto”.
Convierten la Masacre de Attica en símbolo de lucha
¡Todo o nada! gritaban el 9 de septiembre de 1971 los reos de la cárcel de Attica en el estado de Nueva York, tomada por los presos durante el motín más sangriento en la historia de Estados Unidos. Justo ese día de 2016 fue el punto de partida para extender las protestas por todo el país.
La revuelta de Attica dejó 43 muertos, 32 reclusos y 11 rehenes. Todos, excepto cuatro víctimas, eran de la Policía y la Guardia Nacional. Los internos retuvieron a una treintena de funcionarios y empleados, tomaron el control del recinto y empezaron a negociar.
Represión contra los acuerdos
Los tomistas de Attica prometieron rendirse si el Gobierno aceptaba 33 demandas que habían formulado sus representantes, incluyendo la amnistía por el propio motín.
En unas primeras declaraciones públicas, los protavoces rubricaron la propuesta con la frase: “Somos hombres, no somos bestias y no tenemos la intención de ser golpeados o conducidos como tales”. En las negociaciones participaron periodistas, políticos y reformistas penitenciarios que fueron aceptados como mediadores, entre ellos el abogado William Kunstler y el columnista de The New York Times, Tom Wicker.
Luego de cuatro días de negociaciones que los mediadores pudieron conducir hasta la solución pactada con la administración penitenciaria, el gobernador del estado, Nelson Rockefeller, ordenó a la Policía estatal recuperar la prisión a sangre y fuego.
Rockefeler, pionero del esclavismo
Antes de que las partes en conflicto llegaran a un acuerdo, la opinión pública fue sometida a un intenso proceso de intoxicación informativa para prepararla ante el desenlace final. A conveniencia de las autoridades, los medios reseñaron que los presos habían asesinado a los rehenes y degollado a algunas de las víctimas.
Sin embargo, las investigaciones confirmaron que los reos estaban desarmados y todas las muertes ocurrieron como consecuencia de los disparos hechos por los cuerpos de seguridad.
La decisión perseguiría durante toda su vida política a Rockefeller. Según líderes políticos y analistas de prensa, la masacre de Attica impidió que el gobernador satisfaciera su ambición de ser presidente de Estados Unidos.
Attica, símbolo de resistencia
Pero además, las muertes de Attica y el truncado avance de las negociaciones convirtieron el penal en ejemplo y símbolo de la resistencia contra el esclavismo penitenciario. El 9 de septiembre de 2016, coincidiendo con el 45 aniversario de la masacre, los activistas contra el esclavismo mantienen la protesta pacífica en la mayoría de las cárceles del país bajo aislamiento indefinido y severo, según voceros de IWOC.
T/CiudadCCS/Raúl pineda
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