El régimen de facto en Bolivia retomó las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, rotas en 2008 por la injerencia del entonces embajador norteamericano Phillip Goldberg. La canciller Karen Longaric juramentó como embajador de Bolivia en la nación norteña a Walter Serrate, quien se desempeñó como representante permanente del país andino ante las Naciones Unidas.

La designación fue aprobada por la autoproclamada presidenta de Bolivia, Jeanine Áñez, quien ratificó así un giro en política exterior en sintonía con los intereses de Washington en la región.

El expresidente Evo Morales expulsó en septiembre de 2008 a Goldberg por sus abiertos actos de injerencia en asuntos internos del país, inmerso por entonces en un proceso constituyente que generó abundante tensión social.

El diplomático, destinado anteriormente en los Balcanes, intentó impedir la aprobación de la nueva Constitución Política del Estado, y conspiró con grupos secesionistas de la llamada Media Luna oriental y la Nación Camba.

Aquel año, el gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS) también sacó del país a las agencias estadunidenses para la lucha contra el narcotráfico (DEA, siglas en inglés) y para la cooperación (Usaid).

Una investigación publicada por el portal The Grayzone reveló que los comandantes del Ejército y la Policía de Bolivia que consumaron el golpe contra Evo fueron entrenados por Estados Unidos en técnicas de insurrección.

Según el reporte, al menos seis de los conspiradores fueron entrenados en la Escuela de las Américas y por el Buró Federal de Investigaciones (FBI), lo cual avala denuncias sobre la participación de Washington en el golpe.

T/Prensa Latina