Pudiera comenzar contando una historia de amor. De cómo se les detuvo el tiempo en medio de tanto desastre, sería novela. Y esta es una bitácora para un rescate, a 54 horas de explotar accidentalmente el Hotel Saratoga en La Habana.
Domingo 8 de mayo
15:30- Llegué al lugar del siniestro, llevo puesto los aretes que mi hijo me regaló por el día de las madres. Se enredan con la correa de la cámara pero los tenía que llevar, él me los puso.
15:45- Un grupo de rescatistas rodea la ambulancia, sus rostros están marchitos. Sacan a un cuerpo sin vida.
16:30- Roky corre sobre una montaña de escombros. Se detiene, olfatea. A los pies de la pila de desechos está Leolvis Martínez –técnico canino de Rescate y Salvamento-. Roky es la estrella, el guía de la incansable búsqueda. Tiene a una tropa en vigilia bajo el caliente sol de mayo, confían en él. Roky es certero, “cada vez que marca encontramos una víctima”, -comentó un rescatista- el tiempo transcurre y se torna incierta la vida, no se pierde la esperanza.
16:38– Entre vigas y planchas de concreto el perro mueve la cola, alza la cabeza, ladra, vuelve a ladrar, se desespera, insiste, ladra. La gran familia grita ¡Eso! ¡Marcó!
Su compañero va al encuentro, le da unas palmaditas en el peludo lomo. Ladra otra vez, como si hablara –es aquí-. Juntos bajan.
16:50– Están reunidos todos, técnicos de Salvamento y Rescate, Cruz Roja, Bomberos.
-“¡La primera escuadra de trabajo con las palas y los picos, rápido, eso es ya!” –grita Ismael- él comanda el equipo de la Cruz Roja.
El Mayor Valdoquín dirige la operación, es bombero. En el hombro de Ismael pone una de sus manos, le aconseja. Lauren Balar está entre ellos, recibe también indicaciones de Valdoquín.
Los hombres y mujeres rescatistas cohesionan como equipo de futbol en desastres como éstos, parecen familia, se miran a los ojos, se cuidan entre ellos, se dan aliento. Es duro lidiar con las desgracias, con la muerte, ellos también están en peligro.
17:00– Subió el primer grupo, Ismael va en él, también el Mayor Valdoquín. Lauren se queda, estudia las vigas, las columnas inseguras, todos los escollos.
Rompen piedras, lanzan escombros, derrochan fuerza en el mazo que destroza el hormigón. Sudan, llevan las manos a la cintura, respiran, toman agua y siguen.
Detrás de una valla está la fotorreportera, lo ve todo.
18:00- Bajó el primer grupo, no viene Ismael. Lauren le manda agua y un poco de refresco-, “está bueno, le dijo por la radio”.
18:30- Llevo tres horas haciendo fotos, no de todo lo que veo. Hay dolor en el ambiente, comentarios difíciles para mi alma de mantequilla. Anda y desanda cerca una niña vestida de bombero ¿Será una estudiante, practicante? –me pregunté.
Le hice unas fotos a la niña bombero y al segundo grupo que se encontraba entre los escombros. Las excavadoras no paran, los camioneros tampoco. La maquinaria de rescate no detiene, los hombres y mujeres no descansan.
Solo llevo tres horas en una valla, par de cámaras en los hombros y aun no sé de dónde sacan tanta fuerza para dar pico y pala.
19:30- Cuando llevas cuatro horas seguidas entre ellas y ellos casi eres de la familia, te reconocen, conversan. Y así conocí a Sergio, me habla de la Cruz Roja, le brillan los ojos.
-¿Puedo hacerte una entrevista?
-“¿A mí? Mira hazle la entrevista a Ismael» –me sugirió.
-Pero Ismael no ha bajado aún.
-“Bueno…, dame un chance, tomo agua y hablamos… Me llamo Sergio, tengo 28 años, llevo diez años de voluntario en los bomberos y siete de voluntario en la Cruz Roja, estamos aquí…”
-“Sergio dale” -le interrumpe un llamado.
–“Sigo cuando baje” –me sonríe.
-No te preocupes, cuídate –le contesté con una sonrisa.
20:10- Tengo sed y me indican donde ofrecen agua fría. Oro molido a estas alturas de la jornada, el polvo cubre hasta mi sombra.
-“¿Mijita te quedarás en la noche?” –camino a tomar agua me preguntó el chofer.
-Depende de dos muchachos que me darán una entrevista –Ismael y Sergio.
-“Recuerda que hoy es el día de las madres”.
La mesa donde está el agua la cubre un mantel de cuadros verdes, todo está muy limpio, los vasos desechables los sacan con cuidado de una bolsa de nylon.
-¿Tienes agua pa’Mayella? –jocosamente pregunté.
Marlenis Giro Ramos trabaja en gastronomía de la PNR de Centro Habana. Vive cerca del Hotel Saratoga. Cuando escuchó la explosión cuidaba de su nieta pequeña, la dejó con un familiar y bajó de su edificio.
La mulatísima Marlenis no ha dejado de ayudar desde que el centro de La Habana pintó de luto al país.
-“Ayer estuve hasta las tres de la mañana repartiendo agua a todo el que lo necesite, todos pasan por aquí. Todos. Los que me parten el alma son los familiares de los desaparecidos, se les reconoce al momento, sus caras lo dicen todo”, –me cuenta. «Tratamos de darle consuelo en nombre de todo el pueblo, de los que quisieran abrazarlos y decirles lo siento, darle el pésame de todo el país”.
Confieso que la aguadora me derritió los ojos, le agradecí su bondad, su testimonio. Premió mi sensibilidad con un buche de café.
20:50- Se prepara otro grupo. Llevo rato sentada esperando a Ismael, aún lo veo con el zoom –un lente 100/400- alumbrado por luces artificiales sacando escombros, no ha bajado desde que subió el primer grupo.
Por pura suerte la niña vestida de bombero se acerca a mí, su compañero de trabajo está sentado a mi lado.
-¿Disculpa muchacha, que edad tienes? –le pregunté.
-«21.»
-¿Y ya eres bombero? Qué brava eres, -la elogié.
-“Me llamo Claudia Brisuela, soy jefa de pelotón del Comando 1 de Bomberos de La Habana Vieja”.
-“Ahí donde ud la ve es tremenda”, -interrumpe el joven a mi lado.
Ella sonríe con rostro aún de adolescente. Klau –nombre rotulado en su casco-, comenzó a los 12 años en el círculo de interés de bomberos, al terminar los estudios de nivel medio superior decidió alistarse en las fuerzas de bomberos del MININT. Se graduó como bombero profesional hace un año y tres meses.
21:50- «¿Inti se quedó allá arriba?» –pregunta Lauren.
–«Sí», -contesta Ismael que por fin regresa.
-Ismael…, le llamé apenada.
-«Si me das unos minutos para preparar el otro grupo enseguida te doy una entrevista».
Sentí una vergüenza enorme, se veía en mi rostro, a lo que me contestó:
-«No tengas pena, el que espera lo mucho espera lo poco y tú has esperado bastante».
22:20- “La Cruz Roja es la sociedad humanitaria más anciana en el mundo”, es el inicio de la entrevista a Ismael Eduardo Caro Lam.
Me cuenta este joven de 34 años la génesis de la Cruz Roja, su inicio en Cuba, objetivos y hazañas ante los desastres en el país, me habla de la ética ante la vida.
-“Soy técnico de la Cruz Roja hace doce años, estoy en el movimiento desde los 18; porque para iniciar este tipo de labores debes ser mayor de edad”.
Al igual que Claudia sus inicios en la Cruz Roja fueron a partir de un círculo de interés en la escuela primaria, cursaba el 4to grado, a los 16 años comenzó a colaborar con la Cruz Roja hasta alcanzar la mayoría de edad.
-“Si no me viste bajar –de la búsqueda de personas entre los escombros- es porque en este tipo de trabajo nosotros tenemos el deber de cuidar a los voluntarios”. Según Ismael el 90% del equipo de la Cruz Roja lo conforman voluntarios. “Ellos son muy importantes, todo se lo debemos a ellos, son la base, la estructura y el cuerpo de todo lo que somos”.
“Nos brindan parte de su tiempo – y su vida- para hacer estas labores. Tengo la responsabilidad legal y moral de responder por la vida de los voluntarios”. “Soy el jefe del grupo especializado de operación y socorro de la Cruz Roja de La Habana, que es el grupo de salvamento y rescate de la entidad.”
“Para que el trabajo sea satisfactorio debe haber orden y disciplina, por eso me quedo con todos los grupos para explicar cada detalle a los de menos experiencia, aquí estamos arriesgando la vida al cien por ciento. El proceso tiene que ser equilibrado y sin violar ninguno de los protocolos, es importante trabajar en grupos, crear turnos para descansar, hidratarse, mantener activa la percepción de riesgo para evitar cualquier accidente”.
-Ismael el perro marcó el hallazgo a las 16:30, llevan seis horas sin parar de buscar…
“En las labores de rescate no se estima tiempo, existen protocolos internacionales y nacionales que delimitan las acciones de trabajo por tiempos definidos, 24 hrs, 48 hrs, 72 hrs, 96hr y 96hrs más. Para este tipo de eventos de derrumbes, están los triángulos de vidas, son lugares donde una persona puede sobrevivir incluso más de 96 hrs.”
“Entonces las labores de rescate pueden durar 96 hrs y más, depende de la magnitud del desastre y de la información que se puede recabar con los vecinos, factores de la comunidad y familiares de las víctimas”.
“El tiempo estimado no tiene un punto final hasta que no se encuentre a la persona. Los equipos especializados que acompañamos son profesionales en la búsqueda y localización de personas y los perros son muy efectivos. Generalmente cuando un perro hace un marcaje, encontramos algo. El tiempo para hallarlo es infinito.»
Estaremos aquí hasta la hora que sea necesaria, hasta que encontremos a la última persona, bajo ningún concepto dejamos de buscar.”
“Sacar un cuerpo sin vida es triste, pero le damos un trato digno, sus familiares tienen la posibilidad de despedirse. Es más triste pasar página porque no se encuentra a la persona y para nosotros no puedes imaginar lo duro que es, la impotencia que nos genera, nos cuestionamos el esfuerzo, nuestra razón de ser es aliviar el dolor en los seres humanos. Encontrar a alguien con vida sería lo más grande, el gran premio que pudiéramos tener”.
22:36- Tengo estrujado el pecho. Ismael me aseguró que la madrugada sería larga, que no podría decirme con certeza cuando encontrarían aquel hallazgo que Roky marcó, pero lo encontrarían. Con el ángulo ancho fotografié el Capitolio, me fui.
Cuando escribía este intento de bitácora en la mañana, los partes oficiales corroboraron cuatro víctimas fatales más bajo los escombros del Saratoga.
Por Yaimi Ravelo / Resumen Latinoamericano Corresponsalía Cuba