Los 6 mandamientos para evitar el cáncer

El cáncer no surge de manera aislada. Nuestras elecciones diarias tienen un impacto directo y medible en nuestra salud. De hecho, se cree que más del 50% los cánceres son evitables y algunos expertos advierten de que puede que esa cifra se quede corta.

«Es más probable que dos terceras partes de los cánceres, y la mayoría de los casos de cardiopatía, ictus y diabetes pudieran evitarse si viviéramos tal y como sabemos que debemos», defiende Lorenzo Cohen, doctor en Medicina y director del Programa de Medicina Integrativa del MD Anderson Center de la Universidad de Texas, uno de los centros punteros a nivel internacional en el tratamiento y prevención del cáncer, en ‘Vida Anticáncer’ (Urano).

Se trata de un manual que escribe con información actualizada sobre los últimos hallazgos científicos para reducir el riesgo de desarrollar esta enfermedad «compleja», cuya prevención en gran parte de los casos dice que está en nuestra mano. En esta misma línea, la American Cancer Society destaca que el riesgo de padecer la mayoría de los tipos de cáncer se puede reducir mediante cambios en el estilo de vida de la persona. Por ejemplo, apunta a mantenerse alejado del tabaco, a evitar el consumo excesivo del alcohol, a limitar el tiempo de exposición al sol, a hacer ejercicio, así como a mantener una alimentación saludable.

Igualmente, aprecia que algunos cánceres son ocasionados por los hábitos de las personas, o por cosas a las que se exponen ellas mismas. Por ejemplo, alerta de que el consumo de tabaco puede causar cáncer de pulmón, boca, garganta, riñón y vejiga, y de muchos otros órganos. «Por supuesto que no todas las personas que fuman padecerán cáncer, pero fumar sí aumenta significativamente el riesgo. Además, aumenta la probabilidad de padecer enfermedades cardiacas, y de los vasos sanguíneos», añade.

Asimismo, esta sociedad científica señala que pasar mucho tiempo bajo el sol sin protección puede causar cáncer de piel. «El melanoma es una forma de cáncer de piel muy grave que se asocia con la luz ultravioleta proveniente del sol y las camas bronceadoras», agrega. Además, recuerda que la radiación puede causar cáncer y, por ejemplo, las personas expuestas a un escape de radiación tienen un riesgo mayor de cáncer, que aquellas personas que no fueron expuestas.

«En ocasiones el tratamiento de radiación para un tipo de cáncer puede causar otro cáncer que surja muchos años después. Es por esta razón que los doctores y dentistas usan la menor dosis de radiación posible en las radiografías y captura de imágenes (mucho menor que la dosis que se usa para el tratamiento contra el cáncer)», relata la American Cancer Society, a la vez que indica que ciertos químicos han sido asociados al cáncer, y la exposición a estos, o trabajar con ellos, puede aumentar el riesgo de una persona de padecer cáncer.

«Los factores de riesgo no lo indican todo. El tener un factor de riesgo, o incluso muchos, no significa que una persona padecerá cáncer. Algunas personas con uno o más factores de riesgo jamás desarrollan la enfermedad, mientras que otras que tienen cáncer no presentaron factores de riesgo conocidos. Aun cuando un paciente que tiene un factor de riesgo es diagnosticado con cáncer, no hay manera de probar que realmente el factor de riesgo fue lo que le causó el cáncer», resalta, eso sí, la sociedad científica.

En concreto, detalla que existen distintos tipos de factores de riesgo: Algunos, como la edad o la raza de la persona, no se pueden cambiar; mientras que otros están relacionados con factores cancerígenos ambientales; además, existen factores de riesgo relacionados con acciones personales, tales como fumar. «Algunos factores tienen más influencia sobre el riesgo que otros, y el riesgo de una persona de padecer cáncer puede cambiar con el transcurso del tiempo debido a factores como el envejecimiento o el estilo de vida», agrega la American Cancer Society.

El mejor tratamiento, la prevención: las 6 claves

1.- La alimentación. El cuerpo humano está diseñado para conservar la salud cuando nuestro peso se mantiene en un nivel que nos permite sentirnos bien, fuertes, ágiles y llenos de energía.

2.- La calidad del sueño. Dormir bien es sumamente sanador. Es una actividad vital que debemos llevar a cabo para fomentar nuestro bienestar. La alteración del sueño modifica nuestras preferencias alimentarias, cambia las vías metabólicas nutricionales y reduce la energía para la práctica de ejercicio.

3.- La actividad física. Nuestro cuerpo está diseñado para moverse. Cuando nuestra vida es sedentaria, los ritmos internos y los flujos de sustancias químicas y de fluidos que rigen los procesos que nos mantienen sanos y robustos pueden obstaculizarse, ralentizarse y perder eficacia. La actividad física es esencial para mantener las dolencias o enfermedades a raya. La práctica regular de ejercicio nos ayuda a reducir el estrés, a comer con mayor moderación y metabolizar mejor los nutrientes, y a dormir mejor.

4.- La gestión del estrés: El estrés estimula la proliferación del cáncer, además de reducir nuestro bienestar de muchas formas. El estrés crónico es corrosivo y socava nuestra capacidad de estar sanos, tanto a nivel social como biológico. Es el gran instigador de muchas enfermedades. Un estrés elevado además nos lleva a hacer malas elecciones alimentarias, disminiye el interés por el ejercicio, y altera el sueño.

Desde la American Cancer Society, no obstante, advierten de que existen muchos factores que analizar en la relación entre el cáncer y el estrés. «Se sabe que el estrés afecta el sistema inmunitario, como también muchos otros factores pueden afectarlo. A pesar de muchos estudios, la relación entre el estrés psicológico y el cáncer no se ha encontrado», precisa en este sentido.

5.- Contar con una red de apoyo social y emocional. El compañerismo nos protege del estrés, de la soledad y de la vulnerabilidad. Refuerza nuestras buenas costumbres.

6.- El entorno en el que vivimos y minimizar la exposición a tóxicos ambientales. Estamos rodeados de tóxicos ambientales que no podemos oler, detectar por su sabor ni tocar, tanto en casa como en el exterior. Gran parte de esta exposición escapa a nuestro control, pero no toda. La exposición a estos tóxicos puede estresar en exceso nuestro cuerpo y minar nuestra energía, lo que influye en nuestro peso, en nuestros procesos metabólicos, y en nuestra capacidad de cambiar la forma en que nuestro cuerpo y cerebro se desarrollan.

 
T/Ecoticias