Poner la fisiatría al servicio de la gente fue la misión de Misael Abreu, especialista en Medicina Física y Rehabilitación que cambió de paisaje este domingo tras dedicarse por 40 años al tratamiento de pacientes con enfermedades neurológicas, lesiones en nervios y músculos e incluso deficiencias auditivas, para contribuir con su inserción educativa, laboral y social.
Niños, adolescentes, jóvenes, adultos y personas de la tercera edad pasaron por las manos de Abreu, un larense de nacimiento que llegó al estado Portuguesa y se convirtió en el jefe-fundador del Servicio de Medicina Física, Rehabilitación y Caumatología del Hospital Universitario Miguel Oraá, en Guanare, la capital de la entidad llanera.
La exploración y la evaluación integral de cada paciente fue una de las virtudes de Misael, conocido y respetado por todos como el doctor Abreu, el mismo que de forma intrahospitalaria y gratuita coordinó a un equipo multidisciplinario cuyo criterio técnico-científico es “trabajar por el bienestar del paciente, no para garantizar el tratamiento de una lesión, sino el tratamiento del ser humano con una lesión», decía frecuentemente y con mucha contundencia.
Combinó su vocación de servicio con la docencia universitaria, fue miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Venezolana de Medicina Física y Rehabilitación, asesor de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y acreedor de innumerables reconocimientos, entre ellos el Premio Nacional de Medicina Física y Rehabilitación (Valencia 1986) y la Mención Honorífica por la Academia Nacional de Medicina.
Abreu se especializó en la restauración de capacidades perdidas para tratar y ayudar a pacientes con trastornos cognitivos y de movilidad. También asumió la rehabilitación en post-operatorios, enfermedades cerebro-vasculares, traumatismos craneoencefálicos y fracturas.
Carismático y vorazmente estudioso, ideó y concretó dentro del servicio hospitalario -que orgullosamente dirigía- un área para el tratamiento precoz y la atención integral del paciente quemado. Allí, explicaba que el dolor sería inevitable pero necesario para evitar infecciones y garantizar la regeneración celular de la piel.
“Hasta una pluma te sacará lágrimas”, decía Abre a sus pacientes quemados, mientras se dedicaba eficazmente a la cura diaria de heridas resultantes de accidentes con fuego, pólvora, agua y aceites calientes.
Cada una de sus consultas era una clase magistral. Amaba enseñar y plasmo aquí un relato de su hija Lesamí, su entrañable “Chaparra”, a quien de niña le regaló la colección Larousse con la siguiente dedicatoria: “En la vida se aprende estudiando pero también se aprende enseñando, aplica ambas conductas y encontrarás, amada hija, el imperio de la verdad”.
El arte y la música también fueron pasiones del científico que declamaba y el investigador que escribía libros y tratados sobre la rehabilitación del paciente quemado, la parálisis cerebral y los alcances terapéuticos de la toxina botulínica, tratamiento que aplicaba a niños y adultos en jornadas gratuitas para mejorar la espasticidad y otros trastornos del sistema nervioso central.
Junto a psicólogos, terapistas de lenguaje y fisioterapeutas, consolidó un área hospitalaria que cuenta con equipos de electroestimulación, magneto, ultrasonidos, rayos láser y otras herramientas para el tratamiento de patologías neuronales y reumáticas, lesiones traumáticas y congénitas, así como para la rehabilitación respiratoria, deportiva y cardiovascular, la rehabilitación del paciente amputado, con quemaduras, cáncer y osteoporosis.
De Trujillo, Lara, Barinas y Apure llegaban al hospital Miguel Oráa niños y adultos a los que Abreu colocaba ortesis auditivas para que superaran de forma inmediata la pérdida sonora y mejorarán progresivamente el habla.
Tales deficiencias, congénitas o adquiridas, eran diagnosticadas y tratadas en el Servicio de Medicina Física, Rehabilitación y Caumatología, fruto del estudio de potenciales evocados auditivos, audiometrías tonales y otros exámenes paraclínicos con los que se determina el tipo de afección, la condición psicológica y la necesidad de cada paciente.
Las ortesis auditivas –explicaba siempre Abreu a la prensa- se calibran según los potenciales auditivos de cada persona, lo que mejora significativamente su calidad de vida, pues el aparato amplifica los sonidos y asegura que todos sean audibles sin que lleguen a molestar al usuario.
Misael Abreu fue despedido este lunes con un minuto de aplausos y la interpretación del Coro Sinfónico de Guanare, instancia que bajo la dirección de Alfredo Ortega le rindió homenaje póstumo con un repertorio que incluyó el Réquiem, de Mozart; el Aleluya, de Haendel, y el Gloria, de Vivaldi.
T/AVN