La reciente nominación de María Corina Machado al Premio Nobel de la Paz, impulsada por Marco Rubio junto a otros senadores republicanos de Florida como Rick Scott, Mario Díaz Balart y María Elvira Salazar, demuestra una jugada política con un trasfondo que parece responder a intereses más inmediatos dentro del tablero político estadounidense.
Marco Rubio habría actuado con marcada autonomía al promover la candidatura de María Corina Machado al Premio Nobel de la Paz, incluso cuando el presidente Trump había reforzado desde la Asamblea General de la ONU su narrativa del “hombre que le puso fin a siete guerras interminables» y textualmente dijo: “Todos dicen que debería recibir el Premio Nobel de la Paz por cada uno de estos logros”, en un intento por posicionarse como merecedor del mismo galardón. Esta iniciativa de Rubio, lejos de ser una acción coordinada, parece haber generado fricciones dentro del círculo cercano al presidente.
La reacción crítica de Richard Grenell figura clave en el entorno trumpista y vinculado a negociaciones sensibles sobre Venezuela publicada en X, sugiere que la nominación no fue consensuada en los niveles más altos del poder republicano. Más que un gesto diplomático, esta jugada puede interpretarse como una estrategia para extender la narrativa sobre Venezuela en la agenda pública, en un momento donde la atención mediática se fragmenta y los temas internacionales compiten por relevancia.
Además, blindar la figura de Machado internacionalmente podría tener un doble propósito: por un lado, protegerla simbólicamente ante posibles hechos violentos, y por otro, consolidar su imagen como referente “legítimo de la oposición”, en un contexto donde las denuncias sobre ataques terroristas a la Embajada estadounidense en Caracas han reactivado preocupaciones sobre la seguridad nacional y por otro, consolidarla como referente legítimo de la oposición, en un contexto donde sectores venezolanos y de oposición se distancian del discurso intervencionista.
No debe descartarse que esta nominación funcione como una herramienta para justificar nuevos paquetes de financiamiento, tanto para actores políticos que viven de ello en Miami y Madrid, como para planes de intervención indirecta en la región. En un cercano año electoral, mantener viva la narrativa de “Venezuela” puede ser clave para movilizar ciertos sectores del electorado en Estados Unidos y llegar a noviembre con al menos una victoria simbólica en el frente internacional.
Erikmar Balza
Caracas, 10 de octubre de 2025
