La politóloga e internacionalista venezolana Carolina Escarrá afirmó que el tema del narcotráfico se ha convertido en la nueva narrativa estratégica de los Estados Unidos (EE. UU.) para justificar sus presiones políticas y económicas contra Venezuela. Durante una intervención telefónica en VTV, Escarrá desglosó los motivos detrás de este renovado interés en un tema sensible para la opinión pública estadounidense.
Escarrá fundamentó su argumento en una evidencia clave: la ausencia de Venezuela en los informes oficiales de la DEA, la ONU y otros organismos internacionales especializados en narcotráfico. La analista destacó que esta omisión demuestra que, lejos de ser un problema, Venezuela ha incrementado sus incautaciones y ha desmantelado bandas criminales de manera efectiva desde la salida de la agencia estadounidense del país. «Esto evidencia que tienen que buscar un enemigo», sentenció.
La internacionalista vinculó esta nueva ofensiva narrativa con los planes de los círculos cercanos a Donald Trump. Explicó que, «de acuerdo con el plan 2025, de una de las fundaciones que ha asumido Donald Trump y toda su camarilla», se crean políticas con anticipación y se genera su justificación. Esta estrategia busca presentar a Venezuela como una amenaza para legitimar acciones futuras bajo un gobierno de Trump.
Escarrá argumentó que esta narrativa sirve también para desviar la atención de la profunda crisis interna que atraviesa Estados Unidos, la cual Trump ha «desnudado por ser antidemócrata». Al no saber manejar estos problemas domésticos, la estrategia de la administración republicana sería proyectar sus fracasos hacia afuera, identificando enemigos externos como la causa de todos sus males.
En el panorama geopolítico actual, Escarrá situó a Venezuela dentro de una lista de cinco naciones consideradas «amenazas» por el establishment estadounidense, junto a China, Rusia, Irán y Corea del Norte. La experta utilizó una potente metáfora para describir el rol del país: «Venezuela es un tubo de ensayo igual que Irán para ver su reacción». Esto significa que es un territorio donde se prueban tácticas de presión para medir la respuesta del gobierno y sus aliados.
El análisis de Carolina Escarrá presenta las acusaciones sobre narcotráfico no como hechos basados en evidencia, sino como un instrumento político predecible y cíclico. Esta narrativa se activa para satisfacer agendas domésticas en EE.UU., justificar sanciones y mantener la presión sobre un gobierno que se resiste a alinearse con sus intereses hegemónicos, utilizando a Venezuela una vez más como un chivo expiatorio en el tablero global.
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