Este sábado, Yulimar Rojas pone en práctica su “tumbaíto” y celebra un año más de vida desde España. La criolla de 22 años, mantiene firme su deseo: Colgarse la dorada en Tokio 2020.

Yo estoy muy feliz. Me hubiera gustado compartir con mi familia este día, pero todo sacrificio tiene su recompensa. Hoy les digo que no dejen de soñar, mantengan su enfoque en lo que desean y trabajen por ello”, expresó.

Rojas, sostuvo que seguirá esforzándose por dejar el tricolor en alto. “Regalarle alegrías a mi país es algo que no cambiaría. Continuaré sumando para la historia de Venezuela, mi pueblo luchador”, agregó.

Brillando

Rojas nació en Caracas el 21 de octubre de 1995, pero su mamá, Yulecsi Rodríguez, en busca de un nuevo camino, decidió trasladarse a Anzoátegui. “Allí empezó mi andar, mi vida en ese estado que es mi casa”, agregó orgullosa.

La triplista, quien fue designada como la Mejor Atleta del año 2017 de América por parte de la Asociación de Comités Olímpicos Nacionales (ACNO), tiene en sus antecedentes una medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Río 2016, además, de dos doradas Mundiales: Portland y Londres.

Rojas, también consiguió brillar en Santiago de Chile, donde se colgó la de oro, esa vez en Salto Alto. Además, participó en los Juegos Bolivarianos, y obtuvo la presea dorada en el Campeonato Suramericano Sub 23 en Montevideo, Uruguay.

“Cuando gané mi primera medalla de oro en los Suramericanos fue una de mis mejores experiencias. No lo olvidaré. Me entrené mucho. En los Bolivarianos había conseguido la de plata y estaba muy enfocada para poder superar eso”, cerró.

Primeros pasos

Con 14 años, Rojas decidió que quería empezar a entrenar algún deporte. Fue cuando asistió al Complejo Polideportivo del estado Anzoátegui. Al llegar, llamó la atención por su estatura y figura, y ahí comenzaron las pruebas. La joven promesa del deporte sorprendió al competir y ganar en lanzamiento de bala.

No me llamaba la atención este deporte, me gustaba el voleibol. Pero en aquel momento no se encontraba ningún profesor de esa disciplina, y como los profesores de atletismo estaban pendientes de mí, me entusiasmaron y ahora es mi pasión, no puedo vivir sin él”, señaló.

Sin rencores

La vida de la representante anzoatiguense cambió gracias al deporte. La atleta explicó que con sus logros, también consiguió otra de sus metas: darle un hogar seguro a su familia. “Vivíamos en un ranchito que se nos estaba cayendo, llovía y nos mojábamos”.

A pesar de ser reconocida nacional e internacionalmente, Rojas no tuvo el apoyo de una de las personas más importantes: su padre. “Yo estoy criada con mi padrastro, él me ayuda en todo. Ha sido un pilar para mí. Mi papá no se ocupó. Yo quería que él se sintiera orgulloso y que me apoyara, pero nunca lo hizo”.

Rojas explicó que solía deprimirse, y que en ocasiones no asistía a sus entrenamientos porque no podía viajar a representar a su país en el exterior, debido a que su padre no firmaba los permisos. “Pasaba mucho trabajo. Me dijo varias veces que no y por eso perdí varios viajes”, concretó la criolla, quien añadió que si lo llega a ver, le pediría la bendición sin ningún problema.

Confesiones

Entre risas, y pausas cortas para responder con claridad, Rojas confesó que le encanta bailar salsa, merengue, vallenato y “raspacanilla”, porque es su forma de “escape”. “También soy muy comelona pero evito la comida chatarra, eso no es bueno”, agregó.

Yulimar tiene como objetivo graduarse de Profesora de Educación Física, para ayudar a las jóvenes promesas del país. “Cuando esté retirada quiero tener esa dicha de ser una de las mejores entrenadoras de Venezuela y del mundo. Pueden contar conmigo”, finalizó.

T/Prensa Yulimar Rojas/RNV/JEC