Tras cuatrocientos cuarenta años de su muerte, Apacuana, guía espiritual de los Quiriquires y guerrera, es reconocida como protagonista de la lucha de nuestros pueblos aborígenes contra el colonialismo. Un episodio de su historia es registrada en fuentes escritas por “los vencedores”, de modo que, la acción del bravío pueblo Quiriquire junto a Apacuana, aunque es presentada en minusvalía, testimonia la participación activa de las mujeres en roles de dirección y de combate. Su historia es la de miles de hermanas indígenas, que junto a sus comunidades, lucharon contra el invasor para defender su libertad y su cultura. Su historia es nuestra historia, en ella, la semilla del protagonismo femenino en los proyectos de emancipación.
Sobre la participación de las mujeres indígenas contra el invasor, Iraida Vargas afirmó que “en dicha actividad participaban todos los miembros de cada comunidad, hombres y mujeres, con tareas definidas (…) Tanto las mujeres como los hombres indígenas manejaban los arcos y las flechas (…) Las mujeres participaban así mismo en los preparativos para las batallas, como también asistían a los combates, igualando y, a veces, superando a los hombres (…)”.
Apacuana: mujer, india, madre, curandera y rebelde; su historia de lucha y resistencia sacude la historia patriarcal y misógina de Occidente. Hoy, su heroísmo y sacrificio es reconocido y en acto simbólico es llevada al Panteón Nacional, convirtiéndose en la primera mujer indígena en ingresar al máximo altar de la Patria.
Los Quiriquires
La conquista y ocupación de los Valles del Tuy se inició el último cuarto del siglo XVI, una vez que los españoles lograron apaciguar a Los Teques, tras el asesinato de Guaicaipuro. Lo cierto es que en este afán de dominio y sometimiento, disfrazado de encomienda y pacificación, los españoles lograron avanzar hacia el Valle de Salamanca, conocido hoy día como los Valles del Tuy, con los conformados por los municipios Cristóbal Rojas, Rafael Urdaneta, Tomas Lander, Independencia, Simón Bolívar y parte de Paz Castillo.
En su avanzada fueron muchos los enfrentamientos que tuvieron lugar, y aunque nuestros pueblos indígenas defendieron con pasión aguerrida sus territorios y su cultura, el Valle entero se regó con su sangre, pues se trató de una lucha asimétrica en la cual, los conquistadores, además de una gran experiencia en el arte de la guerra, contaban con caballos, perros amaestrados, arcabuces, corazas, armaduras y escudos. De hecho, en la región de Tácata, comunidades enteras, incluidos sus líderes, fueron muertos, como Yoraco, o inevitablemente rendidos como el cacique Parayuata.
De modo que, “pacificado el valle de Tácata” en 1577, según refirió Oviedo y Baños, el encomendero Garci-González de Silva, decidió proseguir a tierras de los Quiriquires, acompañado de Francisco Infante, el mismo que por cierto planificó la captura y muerte de Guaicaipuro. Es importante mencionar que en 1574, Infante y otros colonizadores habían llevado a cabo varias incursiones a este territorio, las cuales fracasaron, entre otras causas a lo intrincado de la geografía.
Según Alfredo Jahn, “Quiriquire o Kiri-kire no es otra cosa que el plural, por duplicación, de la voz Kiri que existe aún en casi todos los dialectos caribes”. Por su parte, Fernando Arellano refirió que “a los Quiriquire los llaman con este nombre porque en donde viven hay muchos árboles a manera de chaparros que se llaman Quiriquires; y otros dicen que se llaman Quiriquires porque en su tierra, y en otras, suelen andar grandes bandadas de unos pajarillos (…) y por ser los pájaros muchos y esta nación no poca, los otros indios los llaman Quiriquires, como si dijesen son muchos como pájaros (…)”.
Para Oviedo y Baños, los Quiriquire eran una nación Caribe, y en su relato nos revela que para defenderse usaban trampas con enormes púas de madera envenenadas, macanas, lanzas y cuchillos de elaboración rupestre; y que a su vez, como estrategia, preferían atacar de noche y siempre en conjunto con otras comunidades o pueblos vecinos. En cuanto a su socialización, destaca que estaban estrechamente relacionados con los Tomuza y Mariches, con los que estaban emparentados, y también con los Tácatas, los Meregote o Meregota, los Kariña y los Jiraharas. De igual modo el fray afirmó, que Los Quiriquires y Los Teques, con quienes colindaban al norte, eran enemigos. De hecho, cuando Infante intentó entrar en el Valle, utilizó a mil indígenas de Los Teques.
Curandera y arbolaria
Desde niña fue elegida para ser “la piache” o guía espiritual de su pueblo. Esto significó un largo proceso de formación en el arte de la guerra, la capacidad para dialogar y resolver problemas; así como la asimilación de un amplio conocimiento de su territorio, geografía, recursos, y de los saberes y conocimientos ancestrales de su nación, entre los que destacan: las virtudes de las plantas, rituales y cultura. Apacuana, hermosa mujer de larga cabellera negra, era profundamente respetada y querida en su comunidad, pues atendía las penas del cuerpo y del alma con sus yerbas, bebedizos y su palabra amorosa. Ella mantenía conectada la voz del pasado, el presente y el futuro, y una de sus tareas fundamentales fue cultivar el orgullo de ser Quiriquire, avivar el espíritu de rebeldía y mantener conciencia viva sobre el peligro que representaba la cercanía o presencia de los colonizadores en sus tierras.
Del enfrentamiento
Según contó Oviedo y Baños, para el año 1577, los encomenderos españoles Garci-González de Silva e Infante llegaron a tierras de los Quiriquires, pero “fueron tan eficaces las persuasiones y consejos con que los animaba al rompimiento una vieja, llamada Apacuana, madre del cacique Guasema, grande hechicera y arbolaria (…)” que convenció a los suyos de la sublevación que lleva a cabo con estrategia, creyendo pertinente la visita de los encomenderos en sus tierras.
Fue así que convinieron no atacarlos de inmediato sino esperar la noche antes de su partida, cuando “(…) con gran seguridad se echaron a dormir en sus hamacas; pero los indios (…) luego que los sintieron dormidos se apoderaron de las espadas y demás armas que tenían en la casa para quitar la esperanza a la defensa, y embistiendo con Francisco Infante y los otros dos soldados, que estaban más a la mano, les dieron crueles heridas, a tiempo que Garci-González, despertando con el ruido (…) corrió a buscar su espada, llevando al brazo revuelta una frazada (…) y echando mano de un leño de los que ardían en el fuego embistió con sus contrarios, asegurando la vida (…) habiéndolo cogido en peso los indios y llevándolo cargado, acertó a alcanzar con la mano un acicate (…) y cobrando nuevo brío con la ayuda de aquel instrumento débil, fueron tales los golpes y heridas con que maltrató a los indios, jugando el acicate a un lado y a otro, que se vieron obligados a soltarlo, saliéndose de la casa apresurados con atropellamiento tan violento (…) Entonces Garci-González (…) acudió a desatar un perro de armas (…) y como si con aquella diligencia hubiese adquirido esfuerzo para sujetar un mundo, armado con la frazada, el acicate y el perro, salió a buscar a los indios (…) iba hiriendo con desesperación a unos, mientras el perro con coraje despedazaba a otros (…)”.
Relató el fray que Garcí-González logró escapar y llevó consigo a Infante sobre sus hombros, y tras recorrer cinco leguas llegó a territorio de Los Teques, quienes los auxiliaron y los curaron. Al parecer, los Quiriquires persiguieron al encomendero pero al llegar a tierra de Los Teques, debieron retroceder.
Una vez recuperados los encomenderos se organizó la venganza y fue enviado Sancho García con indígenas de Los Teques. Avanzaron a territorio de los Quiriquires y los tomaron por sorpresa en medio de una junta. Más de 200 indígenas fueron aniquilados y el cacique Acuareyapa es muerto de un lanzazo por la espalda. Entre muchos capturados estaba Apacuana, a quien ahorcan inmediatamente por ser reconocida como la iniciadora de la sublevación. Su cuerpo fue dejado colgado en el árbol a modo de escarmiento para quienes intentaran organizar otra revuelta.
Tras otros enfrentamientos, los conquistadores lograron la rendición del pueblo Quiriquire. Para 1592, ya habían alcanzado el control de buena parte de los Valles del Tuy.
Pese a que este relato hace énfasis en las hazañas de los conquistadores, frente a “la maldad y belicosidad de los indios, persuadidos por una mujer”, es precisamente de gran valor, pues constituye una muestra de la existencia de la igualdad de género en nuestros pueblos indígenas.
T/Ciudad CCS/Lorena Almarza