En la orilla de la antigua laguna de Cocoli, en la zona norte del Pacífico panameño, esperan ocho personas, entre ellas Néstor Correa, biólogo de la Asociación Panamericana para la Conservación (APPC). Del agua sale un cocodrilo de cuatro metros de largo y unos 300 kilos. Mientras entretiene sus fauces con la carne, le vendan los ojos y empieza una lucha que solo termina cuando le atan las extremidades.
Además de este colosal cocodrilo, el bosque húmedo tropical de Panamá está plagado de cientos de especies. Capibaras regordetes -los mayores roedores del mundo-, escurridizos armadillos a los que se los tuvo que buscar bajo tierra y boas constrictores de hasta dos metros conforman el bestiario de animales expulsados por la ampliación del Canal.
6102 ejemplares (y al menos 130 especies) que han sido capturados y sacados de su paraíso arbolado y reubicados a 12, 30, 45 y 85 kilómetros de distancia. Diseminados en diferentes áreas protegidas.
El proyecto, que se inaugura el 26 de junio, ha durado nueve años. En el país centroamericano no se había realizado una labor de traslado de fauna a esta escala.
El biólogo Correa comandó los primeros trabajos. Se movían en vehículos todoterrenos y cuando se internaban en la selva, lo hacían a pie soportando temperaturas no menores a 28 grados. Siempre en grupos de tres o cuatro personas, abriéndoles el paso a los constructores y taladores.
Durante las arduas expediciones encontraron sobre todo osos perezosos. Aletargados y colgados de las ramas de los árboles, incapaces de escapar por su lentitud (2,5 metros por hora). Como no se mueven resultaba muy difícil identificarlos.
Otras criaturas eran menos habituales. Dice el experto que, alguna vez, vieron tapacaras, mamíferos diminutos con pelaje de terciopelo que se cubren el rostro cuando los tocan. Es una especie poco conocida, ya que no se sabe cuántos quedan en el mundo.
Además, cerca de donde hallaron al cocodrilo de cuatro metros se cruzaron con una hembra de ocelote, un felino carnívoro de piel moteada, ojos expresivos y «muy agresiva».
Entre los desalojados del canal que pusieron resistencia había otro cocodrilo, en la laguna 29, en la zona del Atlántico, que «parecía conocer todas las técnicas de captura, no caía», relata Ángel Tribaldos, biólogo que le tomó el relevo a Correa. También una familia de monos araña que habitaba en una de las islas artificiales del Canal.
Varias de estas especies, que perdieron su hogar por la ampliación, están en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Entre ellas, los monos araña, las tortugas morrocoy, las ranas mususas y los cocodrilos aguja.
T/HispanTV
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