El médico José Gregorio Hernández, conocido mundialmente como el “doctor de los pobres”, también tuvo un breve pero significativo paso por la milicia venezolana durante el bloqueo naval de 1902–1903. Este aspecto menos difundido de su vida fue destacado recientemente por el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, durante un acto en defensa de la soberanía nacional.
El Jefe de Estado venezolano, Nicolás Maduro, resaltó que Hernández no solo fue un eminente científico y un hombre de fe, sino que cuando su patria estuvo en peligro, pidió su fusil para defenderla. «No vio colores, diferencias, partidos, vio la patria, nuestra patria», afirmó el Mandatario nacional sobre el santo trujillano.
El bloqueo naval fue impuesto a Venezuela en diciembre de 1902 por las potencias de Alemania, Reino Unido e Italia, que exigían el pago de deudas reclamadas por compañías extranjeras. La armada invasora capturó buques venezolanos y bombardeó el fuerte de Puerto Cabello, en una clara agresión a la soberanía nacional.
Frente a esta amenaza, el doctor José Gregorio Hernández, entonces de 38 años, se alistó voluntariamente en la milicia de la parroquia de Altagracia en Caracas. Según consta en su boleta oficial, el médico, soltero y residente en la calle Norte 2, no dudó en responder al llamado de defensa de la nación.
A pesar de su conocido pacifismo y su profunda vocación religiosa, Hernández fue uno de los primeros en alistarse, demostrando un fervor patriótico que ha sido documentado por historiadores. Su biógrafo, el Dr. Miguel Yaber, lo señala como el “primero en alistarse” en aquel contexto de crisis internacional.
La decisión del médico santo refleja cómo personalidades de diversos ámbitos se unieron para enfrentar la amenaza invasora, formando parte de las milicias defensoras de la época. Este episodio histórico muestra una faceta menos conocida pero crucial de la vida de José Gregorio Hernández.
El Presidente Nicolás Maduro utilizó este ejemplo para enfatizar el valor de la unidad nacional y la defensa de la soberanía, recordando que incluso un hombre de paz como Hernández entendió el deber de empuñar las armas cuando la patria estaba en peligro.
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