Lea aquí algunos poemas de Ramón Palomares

Imagen: Archivo
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Hace escasos días partió a nuevos vuelos Ramón Palomares, uno de los más grandes poetas de Venezuela. Hombre de lenguaje llano y de una característica sencillez, propia de los habitantes de los andes venezolanos.
Como parte de su legado literario te presentamos algunos de sus poemas:
Más allá de nosotros
Conversaciones que venían
Hoscas
Buscándonos
Gentes del sueño y Gentes del Viento
Árboles ventosos y golpes en el corazón
Y al cabo estábamos volando
conversando
Árboles ya y gentes del sueño y vientos
(con el alma errada y un errante árbol
Furiosos, Incorpóreos,
dando vueltas en torno a la vida
y desentrañándonos
desentrañándonos
Más allá de nosotros.
 
Pajarito que venís tan cansado
Pajarito que venís tan cansado
y que te arrecostás en la piedra de beber
Decíme. ¿No sos Polimnia?
Toda la tarde estuvo mirándome desde No sé dónde
Toda la tarde
Y ahora que te veo caigo en cuenta
Venís a consolarme
Vos que siempre estuviste para consolar
Te figurás ahora un pájaro
Ah pájaro esponjadito
Mansamente en la piedra y por la yerbita te acercás
‘Yo soy Polimnia’
–Y con razón que una luz de resucitados ha caído aquí mismo
Polimnia riéndote
Polimnia echándome la bendición
 
Una forma de ser
Aquí llega el noche
el que tiene las estrellas en las uñas,
con caminar furioso y perros entre las piernas
alzando los brazos como relámpago
abriendo los cedros
echando las ramas sobre sí,
muy lejos.
Entra como si fuera un hombre a caballo
y pasa por el zaguán
sacudiéndose la tormenta.
Y se desmonta y comienza a averiguar
y hace memoria y extiende los ojos.
Mira los pueblos que están
unos en laderas y otros agachados en los barrancos
y entra en las casas
viendo como están las mujeres
y repasa las iglesias por las sacristías y los campanarios
espantando cuando pisa en las escaleras.
Y se sienta sobre las piedras
averiguando sin paz.
 
Que tiemblen las culebras enemigas
Ahora comenzará a temblar la tierra
a quejarse el monte
a revolverse el agua
¡Nunca vieron tanta fuerza regada!
Nadie juntó los hombres así como el Tigre del cielo
Y los jefes de piel verdosa y plumas
de arrendajo
–Flecheros ellos,
y corredores y saltadores–
suenan su selva
Unos se pintaron de alcatraz y gaviota,
porque traen sus flechas como puntos de espuma
como ojos de peces,
y vienen con estrépito
sonando caracoles y huesos
En sus gritos corre el sol de las aguas
¡Que tiemblen las culebras enemigas
Que tiemblen las bestias enemigas!
 
Un gavilán
Se paró el gavilán y se quedó pegado [en las nubes
y ya no pudo dar más vueltas
y le dijeron:
Ya no podés hacer más hilo, ya no vas [a poder tejer el cielo,
entonces todas las flores que estaban [se pusieron tristes
y comenzaron a secarse
y entraron caminando en una cueva
y se veía una fila de gladiolas que iban [rezando
y cuatro coronas de orquídeas y rosas
y así se estaba quieto el gavilán allá [arriba
viendo que las montañas se habían [puesto negras
y que los ríos parecían urnas;
cuando llegó un gran viento y dijo a [resoplar
y estremecía los árboles como si [fueran ropa colgada
y bajaron todas las estrellas y se [pusieron a hablar
y salieron volando las nubes y dando [vueltas
brincando por las colinas
y las praderas estaban muy contentas y les brillaban los dientes de risa.
Entonces se desató el gavilán y se [sentó en una silla a beber
y se emborrachó y dijo a cantar
y nombró a todos los que habían [venido para ayudarlo
y le parecían las alas como lunas
y los ojos que tenía era el sol que se [le había metido en la cabeza
y a él se le llamaba el gran tejedor
porque anudó todo lo que había
[y puso en el cielo un barco
que va nadando, nadando
enseñando todos los sueños.
De Paisano (1964)
 
Colonial
A Pedro Ruiz
De sur a poniente callejones de piedra, [montes de labor
Fuertes mujeres con mazos grandes [como rocas majaban el grano
Y más allá la vestimenta misionera [revoloteaba
–revisaban los cueros de una gran [tenería.
Veía una loma pedregosa de cuya [falda a cuatro vientos manantiales
de cauce perezoso
se bastan para el agua
–un espectáculo quieto y lóbrego:
los techos apagados
la iglesia a su distancia seca y formal
–chozas en perfecta regularidad
apiñadas en la sequedad sepia y [terrosa
–Ni un árbol que aliviara la vista
Un sitio alto y estéril se destina a la aldea como el más sano
y en la guarda de sus ingratas
[habitaciones
sus fantasmas ahogados en el humo
Queman en la ceniza irrespirable
sus plagas asesinas.
Otros hacían su tiempo
en mundo extremo, lejos
–retenidos de hartas necesidades y [el amor a su suelo,
de propia mano desmontaban la tierra, [criaban sus matas
destruían enjambres, despejaban
hojas y flores,
y resolvían su vida por seis y hasta [diez años.
–Treinta mil matas aseguran el
[bienestar de una familia
por dos generaciones y media.
 
 
Con información de agencias