Nada detuvo al candidato Nicolás Maduro de llevar su amor al Delta

El sol lo quemaba todo, pero nadie se movía de sus puestos. El avión Airbus A319CJ que transportaba al candidato del Frente Amplio de la Patria, Nicolás Maduro, desde Caracas hasta el estado Delta Amacuro ya había aterrizado en el aeropuerto Capitán de Navío Antonio Díaz y estaba dando la vuelta. Se detuvo a pocos metros del sitio donde lo esperaban los dirigentes socialistas Jorge Rodríguez, Carlos Osorio, Lizeta Hernández y Pedro Carreño, entre otras personalidades. La secretaria del Movimiento Somos Venezuela, Delcy Rodríguez, venía en el avión presidencial.

En medio de aplausos y luego de saludar a las personalidades que lo esperaban, Maduro se dirigió a una carpa donde dos niños con una voz melodiosa, y al mismo tiempo imponente, le dedicaban música llanera. El candidato abrazó a los chiquillos y luego saludó con emoción a varias mujeres waraos, quienes le dieron algunos obsequios, protecciones y bendiciones.

Respondió cuatro preguntas de la prensa y luego se dirigió con su comitiva hasta el malecón Manamo, cerca de la avenida Jacinto Lara, donde lo esperaba una multitud. Pero antes, una niña de unos ocho años también le dedicó un canción hermosa, que le aguó los ojos a Maduro y a su esposa, Cilia Flores.

En el camino hacia el malecón había muchas personas con banderas tricolores saludando al mandatario a su paso, y le tiraban besos y le decían adiós a la celosa comitiva.

El pueblo de Tucupita se encontró con un candidato afónico al que le costaba que le salieran las palabras, pero que se las ingenió para sacarlas del propio corazón. «Amanecí sin voz, porque ayer tuve una jornada muy fuerte en Bolívar y Barinas, pero me dije, yo le debo mucho al pueblo del Delta, yo quiero mucho a la gente de Tucupita, y así sea sin voz para allá me voy. Y aquí estoy con ustedes, vine a ratificarles mi compromiso de blindar la protección social y trabajar por la prosperidad económica del país y de esta región en particular», les dijo en medio de la algarabía de los pobladores.

Un grupo de jóvenes médicos integrales comunitarios destacaban entre la multitud, porque no tenían atuendos rojos, sino sus batas blancas y armaban a cada instante una gritería con la intención de llamar la atención de Maduro, pero no lo lograron porque sencillamente había bastante gente.

El también Presidente ordenó a la gobernadora y a sus funcionarios aumentar el número de casas a construir en la región, duplicar el número de pensionados, así como de los jóvenes incorporados a plan chamba juvenil, y a triplicar la atención a las mujeres.

«La última vez que estuve aquí les dije que si queríamos paz debíamos votar por la Constituyente y así fue, ustedes pusieron los votos y alcanzamos la paz del país. Ahora les vengo a pedir nuevamente sus votos para consolidar esa paz. Mientras más votos, más paz tendremos. Vamos a consolidar esa paz», gritó Maduro haciendo un esfuerzo sobrehumano, pues las cuerdas vocales ya casi no le daban.

Fue una tarde calurosa, de corredera, pero muy emotiva y alegre. Fue la fiesta del pueblo de Tucupita con su máximo líder.
De allí el candidato partió para el estado Carabobo. Porque «la paz no se puede dormir en los laureles», como dijo un alto funcionario.

 

T/ AVN